El cianuro es el gran fantasma contaminante de la industria minera a cielo abierto. Sólo el tiempo, y el seguimiento pormenorizado en la salud de los trabajadores y pobladores vinculados por cercanía a la mina —a través de las aguas y del aire enrarecido que producen las detonaciones diarias de dinamita—, dirá si produce o no consecuencias en la salud humana.
Once años. Bajo la Alumbrera lleva ya once años funcionando. La empresa jura y perjura que todos sus procedimientos son inocuos, pero decenas de organizaciones de pobladores opinan lo contrario, y en la encantadora Andalgalá, cuando abrió la minera en 1997 había dos farmacias, "hoy son 11, y todas trabajan bien", indicó el vecino ambientalista Urbano Cardozo a La Capital.
Descontrolados. Como el Estado provincial catamarqueño y los municipios son "socios" de la empresa y han defeccionado en sus obligaciones de contralor, ningún organismo estatal controla con seriedad e independencia los posibles efectos nocivos sobre la salud y el medio ambiente.
La Alumbrera es la que contrata a laboratorios privados para medir cuando contamina, se autorregula. Pero, por la dudas, la mina trazó una política de contratación de personal diversificada.
En ninguna de las tres ciudades principales cercanas a la mina (Santa María, Belén y Andalgalá, de 15 mil habitantes promedio cada una) habitan más de 80 a 100 obreros directos de la empresa. El resto de los 1.800 trabajadores directos de La Alumbrera se esparcen en ciudades más lejanas y provincias vecinas como La Rioja, Tucumán, San Juan y Córdoba, e incluso Chile.
Siete por siete. Al sistema lo permite una peculiaridad del empleo minero: los trabajadores viven siete días (con jornadas de 12 horas) en la confortable hotelería que tiene la mina y luego descansan otros siete días en sus hogares. Es el régimen 7 x 7.
Los traslados están a cargo de la empresa, incluso en avión, si amerita.
Bajo la Alumbrera cuenta con aeropuerto privado, propio, con una pista de dos mil metros, junto a la ruta que une a la ciudad de Belén con la de Santa María.
La estrategia parece clara: evitar que en una misma comunidad los obreros de la mina hagan masa crítica y, por caso, empiecen a modificar las estadísticas de muertes por cáncer en el hospital local.
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