sábado, 8 de diciembre de 2007

Greenpeace Argentina

La obtención de uranio requiere el tratamiento y la manipulación de grandes cantidades de material, especialmente en las primeras etapas, y en esas operaciones grandes cantidades de nucleidos radioactivos se incorporan a la biosfera. Debido a que las concentraciones de uranio en la tierra son pequeñas es necesario excavar grandes cantidades, lo que expone la salud de los trabajadores y del entorno. La contaminación se complica con el uso de líquidos durante la extracción ya que contaminan los suelos y las napas de agua. Además, el viento y las lluvias arrastran el polvo y los materiales radiactivos y ponen en peligro a las poblaciones vecinas a las minas.
Las explotaciones mineras y de concentración del uranio generan gran cantidad de residuos químicos y de restos minerales. La parte útil es generalmente menos del uno por ciento del mineral original. El gran volumen y las notables fallas registradas en los sistemas de control resultan en un gran riesgo ambiental.
“En este sentido podemos tomar el ejemplo de Malargüe (Mendoza) o el de Córdoba, donde también ha quedado expuesta a ciclo abierto una cuantiosa cantidad de residuos de la minería de uranio. La explotación del uranio es, sin dudar, una de las actividades mineras más peligrosas, hasta tal punto que en Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de mortalidad de los trabajadores es mayor que en cualquier otro trabajo”, declaró Rosario Espina, Coordinadora de la Campaña de Energía de Greenpeace Argentina.
El riesgo más serio asociado con estos procesos es el cáncer de pulmón debido a la inhalación de productos de decaimiento del uranio. Los restos de mineral contienen materiales radioactivos. Entre los más importantes están el Torio-230, el Radio-226, el Radon-222 (gas radon) y la serie generada a partir del radon que incluye al Polonio-210. También se encuentran metales pesados como el manganeso y molibdeno. Todos estos elementos pueden filtrarse dentro de las napas y cursos de agua.
La industria nuclear suele comparar la energía suministrada por un puñado de uranio enriquecido, con la de varios cargamentos de carbón. Sin embargo, este es otro engaño de la industria nuclear, dado que no se contempla en la comparación a los enormes volúmenes de mineral de uranio bruto que debió ser removido, el cual también es radioactivo y peligroso.
Las grandes reservas se agotarán inevitablemente en un futuro cercano y, de incrementarse la cantidad de reactores en funcionamiento, tal como proponen algunos sectores con la ilusión de combatir la crisis energética o revertir el calentamiento global, deberían comenzar a explotarse nuevas minas, más profundas y menos productivas, con mayores movimientos de material y el ineludible aumento de la contaminación del entorno.

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