viernes, 21 de noviembre de 2008

Sobre los ‘fundamentalismos’. Aclaraciones fundamentales.

Reflexiones sobre nota aparecida en Diario El Ancasti el 28 de Octubre último y aún no publicada por dicho medio.
Acerca de fundamentalismos.
Más allá del ‘arrojo’ periodístico expresado en la pretensión de hacer una evaluación de las Segundas Jornadas “Patrones de Desarrollo y Conflictos Socioambientales”, recientemente efectuadas en la Facultad de Humanidades, pese a lo escueto de su seguimiento, e independientemente de los juicios emitidos, quisiéramos plantear algunas aclaraciones fundamentales, de las tantas que merecerían los comentarios vertidos en la nota de opinión titulada Fundamentalismo Ambiental, del 28 de octubre próximo pasado.
Ante todo, el tratamiento del evento revela un desconocimiento de las temáticas articuladas alrededor de los paneles desarrollados a lo largo de tres días. Lo que, como mínimo evidencia una simple conjetura deductiva efectuada por el autor de la nota, para arribar a las conclusiones declaradas en el texto.
Las Jornadas han surgido del interés por contribuir al debate público sobre los impactos y consecuencias sociopolíticos, culturales y ambientales que las grandes transformaciones económicas impulsadas en nombre del ‘desarrollo’ vienen produciendo en nuestra geografía provincial. Precisamente reconociendo la diversidad de sentidos que el concepto de ‘desarrollo’ adquiere para los diferentes sectores y actores es que se ha procurado una convocatoria amplia de panelistas, definida por su diversidad institucional y pluralismo ideológico. Ello implicó abordar problemas vinculados a la lógica de las instituciones a partir de los emprendimientos por diferimientos hasta los efectos discursivos del empresariado minero en términos de la obtención de licencia social para la gran minería, pasando por transformación del uso de los suelos en algunas regiones de Catamarca, del agua en provincias como Mendoza, de los efectos para la salud de elementos cancerígenos presentes en la industria de la construcción, etc.
De hecho, es en ese marco que ha tenido lugar la participación del Diario El Ancasti a través de su director, licenciado Marcelo Sosa, en un panel compartido con, por ejemplo, un especialista en epistemología de estudios de impacto ambiental, como el Dr. Juan March, de nuestra Universidad. La participación del licenciado Sosa trajo a la discusión las políticas informativas que la prensa escrita se plantea ante la ‘problemática del Medio Ambiente’, admitiendo allí no sólo la falta de líneas periodísticas investigativas propias del Diario frente a muchas de las transformaciones socioambientales tematizadas en las Jornadas, sino también las severas restricciones a la libertad de prensa que implica, en el contexto local, la dependencia económica de los Medios respecto de la publicidad gubernamental y de las grandes empresas.
Así, en este panel, como en otros, hemos asistido a posicionamientos de expositores cuyas visiones no son precisamente compartidas por el colectivo de investigadores y militantes que participamos de la organización de estas Jornadas y que, sin embargo, han sido acogidos como parte de los imperativos de un ejercicio deliberativo que la universidad pública está obligada a desenvolver.
Ciertamente, nuestro interés ha sido el de priorizar la voz de actores sociales generalmente ignorados y/o sistemáticamente descalificados por los representantes de la visión dominante del ‘desarrollo’; actores que no sólo tienen una concepción diferente del ‘desarrollo’ sino que muchas veces, resultan afectados por los procesos de despojo económico, explotación social y degradación ambiental realizados en ‘nombre del desarrollo’.
En este sentido, hay que aclarar también que nuestro interés ha sido el de advertir sobre los presupuestos etnocéntricos y coloniales que, a nuestro juicio, abonan la visión hegemónica del ‘desarrollo’. A propósito de fundamentalismos, las Jornadas han buscado especialmente abrir un debate crítico sobre la versión (todavía) dominante que concibe el ‘desarrollo’ como aumento incesante de la producción y el consumo dinamizado bajo la regla suprema de la rentabilidad del capital y que convierte al ‘gobierno’ en un permanente ‘gestor’ de los intereses privados, abocado centralmente a ‘captar inversiones’ bajo la expectativa de que generen ‘trabajo genuino’; visión que, respecto de la ‘naturaleza’ proyecta una representación como conjunto inerte de ‘recursos’, objeto de ‘explotación’. Los agentes activos del ‘desarrollo’ resultan ser así los propietarios de las ‘grandes inversiones’, quedando las poblaciones y los restantes actores (pueblos originarios, campesinos, trabajadores en general) como expresiones sociales ‘atrasadas’ o ‘semisalvajes’, como el editorialista llama, sujetas al imperativo hegemónico de ‘reconvertirse’ en ‘dinámicos microemprendedores’ o en ‘eficientes (y dóciles) trabajadores’ al servicio del capital, so pena de desaparecer material y simbólicamente.
Como lo ha explicitado el señor Director de El Ancasti en su exposición, esta visión es la que, por conveniencia y/o convicción, abraza la propia ‘empresa periodística’ que dirige. Más allá de no compartirla, reconocemos su franqueza en admitirla y, como investigadores sociales, nos planteamos la necesidad de ponerla en debate, no con la pretensión de arrogarnos ‘la verdad’ sino más bien con la intención abrirla a la confrontación de otras visiones de mundo, a fin de evitar que lo hegemónicamente instituido adopte la forma de un credo intransigente que exija el continuo sometimiento de todo lo socialmente existente y concebible a un sistema de prácticas presuntamente único e incuestionable, precisamente lo que en filosofía política entendemos como ‘fundamentalismo’.
Por último, creemos necesario hacer una tercera aclaración referida a la ‘ideología obtusa y reaccionaria’ del ecologismo. Al respecto hay que decir que sólo por supina ignorancia o por decidida mala fe cabe omitir y desconocer las profundas diferencias ideológicas, políticas y teóricas históricamente existentes entre ‘actores sociales’ tan disímiles como la WWF (World Wildlife Foundation, cuya filial argentina es Fundación Vida Silvestre), Conservation Internacional, Ted Turner, Douglas Tompkins, etc. y los movimientos de pueblos originarios, campesinos y asambleas ciudadanas nacidas aquí en defensa de sus territorios y medios de vida, amenazados por la avanzada de múltiples expresiones de una economía ‘extractiva’, desde las grandes mineras transnacionales hasta los agro-negocios de exportación.; planteo que caracteriza al tratamiento que postula el Sr. Orduna, a quien se sigue en la nota de referencia.
Sin espacio para desarrollar tan abismales diferencias, hay que distinguir en lo fundamental que, a diferencia de lo que en la ecología política se ha caracterizado como los ecologismos del Norte (integradas no sólo por posturas conservacionistas y neomalthusianas, sino también por el modelo del ‘eco-capitalismo-tecnocrático’ global), los movimientos socioambientales del Sur centran sus demandas en los reclamos de Justicia Ambiental, visibilizando los conflictos sociales emergentes de la apropiación desigual del ‘mundo’ y denunciando las huellas históricas de imperialismo ecológico y racismo ambiental en base a los cuales las sociedades ‘desarrolladas’ del Norte (supuestamente el modelo a seguir) han subsidiado sus irresponsables e insostenibles niveles de consumo de materiales y energía mediante de un sistemático saqueo y expropiación de los bienes naturales del Sur y a costa de las posibilidades de sobrevivencia de sus poblaciones.
Un piso mínimo de honestidad intelectual y competencia profesional requeriría no sólo no omitir tan profundas diferencias, sino también admitir la razonabilidad de otras miradas que cuestionan un ‘modelo’ que pregona el crecimiento infinito de la producción y el consumo en un mundo material con límites taxativos; que demandan justicia ante un ‘modelo’ en el que el 5 % de la población mundial consume el 20 % de las reservas energéticas y es responsable por más de un tercio de la producción mundial de desechos.
Finalmente, llama la atención la liviandad e ingenuidad con que se asume la veracidad de la versión oficial sobre el ‘atentado’ al camión contratista de Minera Alumbrera, desconociendo no sólo las graves acusaciones de persecución política e instrumentalización de las instituciones públicas en beneficio de los intereses de la minera realizadas por los vecinos de Tinogasta, sino más aún insinuando que ‘estos fundamentalismos académicos’ avalan este tipo de violencia.
Aún admitiendo que deben preservar los intereses comerciales de su ‘empresa periodística’, este tipo de tratamiento de la ‘información’ raya en lo irresponsable y poco contribuye a la democratización de los procesos políticos locales, por lo menos a juicio de quienes, quizás utópicamente, nos resistimos a aceptar que la ‘libertad de prensa’ sea un principio completamente perimido.
Dra. Elsa Ponce- UNCA
Dr. Alejandro Haber- UNCA
Dr. Carlos Figari- UNCA-Instituto Gino Germani
Magister Mirta Antonelli- UNC
Magister Horacio Machado Aráoz- UNCA

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