martes, 27 de noviembre de 2007

El Obispo Coadjutor y las Empresas Mineras

Hoy, en un momento crucial en que la capacidad de modificación de la Naturaleza por el hombre se ha multiplicado hasta amenazar la existencia del hombre mismo, es importante tomar conciencia que el cuidado del medio ambiente no les pertenece únicamente a los denominados ambientalistas sino que a pasado a ser un problema de todos como responsables del legado para las futuras generaciones.

Del otro lado existen las corporaciones, en este caso las empresas mineras extranjeras, que tienen como objetivo esencial elevar lo máximo las riquezas de sus accionistas al costo que sea y en el menor plazo. Es así que la estrategia actual de estas multinacionales ante el fracaso de la influencia de la clase política ha decidido recurrir a la máxima autoridad de la Iglesia local como lobbista principal de esta actividad devastadora.

Sin embargo desde sus orígenes, la iglesia católica ha señalado una visión integral del hombre, tanto desde el punto de vista de persona humana como de conjunto de interrelaciones con el resto de los seres vivos del planeta y el medio ambiente.

La doctrina Social de la Iglesia ha ido avanzando en un espíritu conservacionista. Fue Juan XXIII el primero en expresar las preocupaciones ambientales ante el desarrollo incontrolado de los años 60.

La preocupación ecológica de Pablo VI se expresa en numerosos discursos donde llama la atención sobre la utilización de los recursos naturales y alerta sobre el productivismo salvaje.

Pero sin duda alguna es en la época de Juan Pablo II cuando se avanza en el camino de una moral ecológica cristiana. En sus primeros años de su pontificado nombra a San Francisco de Asís como patrono celestial de los ecologistas y orienta las catequesis de sus audiencias a la lectura del Génesis. En 1990 para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz en un extenso mensaje titulado “La crisis ecológica: un problema moral” señala en uno de sus párrafos:

Las razones de la producción prevalecen a menudo sobre la dignidad de las personas y los intereses económicos se anteponen al bien de cada persona, o incluso al de poblaciones enteras. En estos casos, la contaminación o la destrucción del medio ambiente son fruto de una visión reductiva y antinatural que configura a veces un verdadero y propio desprecio del hombre.

Así mismo, los delicados equilibrios ecológicos son alterados por una destrucción incontrolada de las especies animales, y vegetales o por una incauta explotación de los recursos naturales; y todo esto (conviene recordarlo) auque se haga en nombre del progreso y del bienestar, no redunda ciertamente en provecho de la humanidad.

Lic.Héctor Alejandro Zalazar

DNI. 18357754

Agrup. Belén por la Vida

Fuente:http://www.catamarcactual.com.ar/notas_actual.php?id_nota=23463

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